jueves, 27 de octubre de 2011

Solidario gracias al islam

Lhoussaine es un joven bereber en paro que realiza labores de voluntariado en Bilbao para "integrarme y ayudar a los demás"

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Lhoussaine es un joven bereber en paro que realiza labores de voluntariado en Bilbao.

LHOUSSAINE es un fiel asiduo de la mezquita Assalam que la comunidad islámica tiene en la calle Begoñazpi de Bilbao. "Ayudo en lo que puedo", dice, "pero no estoy todo el día aquí, rezando, porque hay que hacer otras cosas". Y aunque ahora está en paro, no para quieto. Por las mañanas acude a cursos que le puedan abrir alguna puerta en el mercado laboral y por las tardes se dedica a actividades relacionadas con el voluntariado. Este joven marroquí de origen bereber intenta seguir al pie de la letra uno de los preceptos del Corán que recita: "Las personas tienen que ayudar a los demás, ser humanas y estar en movimiento". Por eso, Lhoussaine cuida a personas mayores, ayuda a los nuevos inmigrantes o a los que han tenido problemas con la justicia, imparte clases de defensa personal a mujeres en el Casco Viejo, patrulla por las calles para convencer a los jóvenes magrebíes que abandonen la mala vida... y tiene tiempo para aprender euskera. "Me gustaría dominar el idioma para poder trabajar de monitor con los niños, que me gustan mucho", dice. Seguro que lo consigue porque Lhoussaine tiene una gran facilidad para los idiomas. Habla perfectamente árabe, bereber, francés, castellano y chapurrea euskera. Y sólo tiene 25 años, bien llevados pero muy azarosos.

Lhoussaine salió de Marruecos de polizón en 2006. Embarcó en Nador. "Esperé a que se hiciera de noche para subir a un barco, estuve escondido durante la travesía y cuando estábamos cerca de la costa, en Almería, me tiré al agua hasta llegar a nado a una playa", relata. Tenía entonces 19 años y unas ganas enormes de "mejorar económicamente". "Me fui de mi país porque pensé que en Europa podía tener un futuro mejor". En Marruecos, tras finalizar los estudios primarios, se tuvo que poner a trabajar porque "mi familia es un poco pobre". Compaginó el fútbol ( llegó a jugar en un equipo de Casablanca), con la albañilería y un empleo como gruista en una empresa constructora. "Pero allí sólo se cobra 200 euros al mes y no hay futuro", señala.

"Otro mundo" Así que se animó a cruzar el Mediterráneo. Su primer destino fue Valencia. Allí le esperaban unos primos y su primera ocupación. "Estuve dos años trabajando en un almacén de naranjas hasta que empezó la crisis", cuenta. Fue entonces cuando un hermano, que se había establecido en Bilbao como fontanero y le iban bien las cosas, "me contó que aquí, en Euskadi, podía mejorar". Recuerda muy bien cuando aterrizó en Bilbao, en enero de 2008. "Me pareció otro país", dice, "otro mundo, no solo por el idioma sino por las ayudas económicas y sociales que hay para los extranjeros". Lhoussaine aprovechó esas oportunidades que le ofrecían los organismos públicos de empleo para hacer diferentes cursos. "Primero hice uno de camarero, que me dio la posibilidad de trabajar tres meses, luego otro de pescadería, y posteriormente uno de convivencia intercultural para jóvenes y otro de cómo hacer publicidad en radio". A pesar de todos esos esfuerzos por abrirse un camino laboral, el paro sigue siendo su pesadilla. "Mi problema", cuenta, "es que soy ilegal, no tengo papeles y los empresarios no me pueden hacer un contrato, que es lo que me permitiría tener el permiso de residencia".

Pero Lhoussaine no desfallece. Sigue apuntándose a cursos de capacitación y acudiendo a clases de euskera. "Me cuesta", confiesa, "es difícil porque toda la estructura gramatical es al revés que en el resto de los idiomas, pero no me importa, seguiré dándole fuerte porque dicen que los que hemos aprendido el Corán desde pequeños tenemos más facilidad para los idiomas". Y cuando no está ocupado en cursos y clases, Lhoussaine se dedica a los demás "porque nuestra religión nos dice que las personas tienen que ser humanas y deben estar en movimiento". Para cumplir con este mandato divino, participa en diferentes labores de voluntariado. En la Cruz Roja, por ejemplo, donde cuida a personas mayores, y en un centro de apoyo a inmigrantes en el barrio de La Peña. Su argumento para desarrollar esa faceta solidaria es muy sencillo: "Como tengo tiempo libre lo aprovecho para integrarme en la sociedad y también para ayudar a los demás".
Duda Toda esa actividad le mantiene entretenido y libre de pensamientos negativos sobre su futuro. "Hay días que veo que me encuentro en un callejón sin salida", confiesa, "porque no encuentro trabajo y me planteo volver a mi país; así que si no fuera porque estoy cobrando la renta básica...". En esa disyuntiva se mantiene, de quedarse o volver a Marruecos, esperanzado de que mejore la situación económica y de que el próximo año pueda conseguir el permiso de residencia. Mientras tanto, Lhoussaine se distrae jugando a fútbol y ensayando obras de teatro, dos de las actividades que pusieron en marcha en la mezquita Assalam de Begoñazpi.

Una mezquita que sirve de modelo para otros centros de culto islámico que quieren abrirse en la capital vizcaina y que Lhoussaine le gustaría dar más a conocer. "Yo tengo amigos vascos que desconocen lo que hacemos en las mezquitas, por eso yo siempre les animo a que vengan y vean nuestras actividades, que no sólo consisten en rezar". Este joven bereber quiere que la gente abandone "la mala imagen que tenemos los musulmanes". "El islam significa paz", proclama, "y nunca estará a favor de los que molestan a los demás". Lhoussaine no molesta.

deia.com

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