jueves, 18 de agosto de 2011

La dignidad de Julio Anguita indigna a los indignos: La luz que prendió y se convertirá en fuego.

Hace poco he vuelto a ver en vídeo una charla que Julio Anguita realizó junto al desaparecido Saramago en Cáceres (Extremadura), en el año 1999, dentro de un coloquio llamado "Alternativas al neoliberalismo, la Izquierda con Saramago"

 

Hace poco he vuelto a ver en vídeo una charla que Julio Anguita realizó junto al desaparecido Saramago en Cáceres (Extremadura), en el año 1999, dentro de un coloquio llamado “Alternativas al neoliberalismo, la Izquierda con Saramago”(1). Tuve la oportunidad de presenciarla hace tiempo en un conocido canal de streaming y, desde el primer momento, me cautivó la claridad y la pasión con la que hablaba el ex-coordinador general de Izquierda Unida y del Partido Comunista de España. Pero después de volverlo a disfrutar me veo en la obligación moral de escribir estas líneas.
Sin embargo, no se lleve el lector a engaños. Éste no es otro artículo revalidando con paralítica nostalgia “nuestras viejas glorias”: los tiempos de un PCE fuerte en la lucha antifranquista, las CCOO  contestatarias de Camacho, los de una Izquierda Unida relevante con un líder peligroso para los poderes fácticos preocupados ante el hecho de tener una izquierda con un apoyo electoral superior al previamente diseñado por los restauradores borbónicos (Carrillo incluido), etc. No, no es nada de eso. No conseguiremos más que el solipsismo rebozándonos en las victorias parciales del pasado, ampliamente superadas por las derrotas del anteayer. Me da rabia cuando prestamos más atención a los álbumes de fotos descoloridos que a los proyectos de futuro pincelados en nuestras mentes con los tonos de la ilusión basada en la esperanza y el trabajo duro. Es sintomático de que estamos más muertos que vivos, más perdidos y temerosos que decididos y valientes. Este artículo  no caminará por esa habitual senda obstruida. Al contrario, es un homenaje activo a un discurso, el de Julio Anguita, que desde el ayer ruge por volver a nuestros días con imperativo de presente continuo. Unos minutos audiovisuales que golpean nuestras conciencias a cada momento que lo oímos gracias al saber humano compartido transformado en tecnología comunicante(2). Fotogramas y ondas que establecen un diálogo apelativo con todos nosotros en un presente que huele a futuro antes de ser pisado, pasado. Ahora, en el 2011, doce años después de aquella oratoria. Nada más y nada menos.
Al recordar la vida en primera línea política de Julio Anguita debemos señalar que siempre fue un hombre bastante incómodo para los poderes fácticos. Era un político que conectaba con el pueblo: desde fontaneros a intelectuales pasando por artistas o herreros, maestros y amas de casa, abogadas y albañiles, enfermeros y científicas republicanas. Por esa razón, la escoria vestida de Armani y habitual de clubs de golf y prados de caza, hicieron todo lo posible para llevarlo a donde lograron: al punto de la vida y la muerte, con su segundo infarto(3). Sabemos del papel del grupo PRISA como ariete del PSOE en parte de ello, y el de este partido con Nueva Izquierda (y otros chiringuitos filopsoeístas) que hicieron la vida imposible a un comunista honesto, a un revolucionario abierto, despierto, solidario. Desconocemos el papel de los extensísimos servicios secretos estadounidenses y colindantes en el caso, pero lo descabellado sería pensar que nada tuvieran que ver, cuando en España siempre se han jugado tanto(4) e Izquierda Unida, desgraciadamente hasta hoy, ha sido un coladero fácil para mediocres que desde el principio sólo querían cagar en la casa de la Izquierda  mayoritaria “realmente existente”(5), para que los más decorosos (y no pocas veces honestos) se marchasen corriendo ante las tufas ciertamente impresentables que se armaban, y se arman. Quizás algún día sepamos parte de esa historia, con sus inconfesables flujos de ceros a cuentas bancarias de nombres inciertos...
Volviendo al asunto, que me pierdo. Hacíamos hincapié en lo incómodo de Julio Anguita para los poderes fácticos, pero esa incomodidad provenía de su integridad insoslayable. Tanto es así que, incluso con los nominalmente “suyos”, también la armaba. Como cuando se atrevió a decirle a los gerifaltes del todopoderoso Partido Comunista Chino, que desde el PCE e IU no estaban para nada de acuerdo con las políticas neoliberales que estaban acometiendo con fuerza bajo la filosofía de Deng Xiaoping(6). Julio era un hombre que podía unir sumando a una gran parte de la izquierda honesta que luchaba contra las expropiaciones del capitalismo neoliberal en el Estado español, desde la política y  los barrios, desde fabricas y aulas, antes incluso de la firma del Tratado de Maastricht. Por eso los dos infartos, por eso más tarde llegaron los (des) tiempos de Llamazares con su conducción de IU hacia el precipicio, la cancha para los cortoplacistas sin agallas en múltiples pactos con los sociolistos(7), los de la poltrona, los de... y no hablo sólo de “llamazaristas”, también acuso a no pocos vividores del PCE, liberados eternos “filocomisiones” y otros “viva-la vida” aledaños “nacional-reformistas” desperdigados por variadas CCAA. Siempre a la búsqueda de la excusa política para poder vivir del cuento, para justificar lo injustificable(8).Pero allí estaba Anguita, luchando con un buen equipo de confianza, de outsiders de la política, peleando hasta que les fue posible contra los molinos de viento de “los mercados”, personalizados en “los medios”, siempre “independientes”, adecuadamente “anónimos”, constantemente serviles tras bambalinas a los intereses del Capital. Ese equipo de activistas heterodoxos donde se encontraba Anguita  luchó más que dignamente contra las poderosas corrientes ultramarinas de un mundo triunfantemente neoliberal en aquellos años noventa, de despolitización y auge de OSG (Organizaciones Sí Gubernamentales) disfrazadas de promocionadas ONG. Pero pese a las innegables derrotas,  Julio no vio el final. No lo pudo ver, ni muerto, ¿cómo lo iba siquiera a rozar todavía vivo?
Hoy en día el cordobés sigue luchando, con sus conferencias en favor de la III República y el Socialismo, con su intervención en programas de TV como “59 segundos”, con su apoyo a las bases de IU en Extremadura, con su crítica a los sindicatos amarillos que a veces se (auto) proclaman teñidos de rojo, con sus artículos, etc. Él sigue, y su historia vuelve para golpear nuestras conciencias. Su voz nos reclama dignidad, y ésta, unida a su pasión, claridad y conciencia de clase anudada a todas sus energías y convicciones, se meten como un rayo en nuestras cabezas y corazones para insuflarnos vida. Desde los viejos tiempos que todavía padecemos, nos regala oxígeno revolucionario para estas difíciles horas donde todavía la hegemonía permanece del lado de la desidia. Desde los jodidos viejos tiempos que no terminan de morir, a los nuevos que podríamos dar a luz, pero que todavía no sabemos darles la bienvenida. Por ahora no tenemos más que dolores de parto y luces que nos iluminan en el tunel, como la de Anguita.
Julio siempre fue la dignidad que cegó a los indignos: al PSOE, a los poltroneros de izquierda, a la(s) burguesía(s) de este país que es Estado, a  su élite de empedrados altares con sabor a oro envejecido mezclado con dominical vino y besos con sabor a cardenales. Entre ellos, Julio brillaba con la pureza del mejor pueblo, curtido y esperanzado con la fuerza de sus  hijos más valientes: creyentes, agnósticos, ateos, abyectos; siempre rebeldes. Brillaba tanto que cegaba a los nuevos detentores del poder áureo transportado en bolsas cargadas de billetes que sumaban filas de ceros convertidas en letales dígitos,  los cuales, movidos a la velocidad de la luz, de un parqué a otro del mundo, nos siguen aplastando, con la contrastante lentitud de la peor de las torturas. Julio Anguita, con su palabra certera y afilada, señalaba a la escoria inmunda con el virtuosismo de un paladín de la esgrima, pero con la fragilidad de alguien que sabemos humano, derribable.  Desde la franqueza de una mirada que como el agua del río limpio, no ensucia, sino sana. El llamado “Califa Rojo”era y es, como todos, un animal político, pero en su caso: descarnadamente humano. No por sus bajezas,  sí por sus virtudes. La primera de ellas: seguir en pie con la misma dirección y pasión a pesar de los golpes. Desde las heridas de bestia cultural que camina hacia la muerte: desde los infartos en los noventa, desde la prostitución del proyecto político que intentó construir y encabezó, desde el dolor de su hijo asesinado en una bastarda guerra genocida en 2003, Julio rezuma humanidad: doliente, brillante, digna, caballeresca y definitivamente virtuosa. Julio es razón henchida de corazón y humanidad desbordante a duras penas contenida por las paredes maestras de su pensamiento espartano-revolucionario(9). Cuando el ex-coordinador de IU finalizó su etapa en el Congreso de los Diputados y rechazó cobrar la pensión vitalicia a la que entonces se podía acoger en tanto ex-parlamentario(10), esa que vergonzosamente aceptaban casi todos y las televisiones no mostraban, ¿qué fue lo que hizo el hombre que durante casi diez años encabezó el tercer partido más grande de todo el Estado? ¿A dónde fue a parar cuando los medios nos dijeron que se retiraba de la política y él advirtió que era sólo de la primera línea? ¿Quizás se fue a hacer “política” para Endesa o Gas Natural?¿A trabajar para Ruper Murdoch como Aznar(11)? ¿O puede que aprovechara para hacerse anfitrión de las fiestas por España del individuo más rico del mundo como un tal González(12)? No, no fue su caso. Julio retornó a las aulas del instituto Blas Infante, en su Córdoba natal, como profesor de secundaria hasta el día de su jubilación(13). Brillantez, virtuosismo, dignidad: ceguera para los indignos, luz para los indignados. ¿No todos son iguales verdad? “El hijo de puta nos cagó el lema de que todos los políticos son la misma mierda, de izquierdas o de derechas...nos sigue dando por culo hasta cuando se larga...”, pensó más de uno, “mejor no contarlo, que luego todo se sabe...” advirtió otro antes de meterse a su limousine. Y así hicieron, no iban a cargarse todo el marketing de años de un plumazo.
Por otra parte,  al ultrarevolucionario que lea esto y  critique a Anguita como “eurocomunista”, “socialdemócrata”, “españolista” (sic) o no merecedor de tanto elogio, le digo que criticar se puede y se debe siempre desde la Izquierda, pero empezando por uno mismo, para calibrar la balanza. De este modo, le sugiero como medida cautelar que simplemente, antes de emitir veredictos finales (y fatales) sobre la persona de Anguita, o sobre cualquier otra, se mire al espejo con la misma contundencia escrutadora que sentencia al cordobés, y se compare, a ver qué tal sale de dicho ejercicio. ¿Qué hizo usted por la revolución social, cuántas horas de su vida dedicó al sueño de vernos un día libres de cadenas viviendo como iguales, a cuánto bandido se tuvo que enfrentar?
En definitiva, Julio Anguita es uno de los nuestros. Y los indignos hasta hoy temen, mas yo como indignado celebro que, seguro, nos seguirá perteneciendo: hoy, mañana y siempre. Porque si bien como marxista, en tanto materialista dialéctico e histórico, no puedo firmar un cheque en blanco por nadie, ni por mi mismo,  por rojo y humanocentrista con fe  testarudamente anclada en las profundidades más esperanzadoras del ser humano, apuesto a que él seguirá siendo un dolor de cabeza para los poderosos explotadores, más allá de cualquier despedida. Porque Julio no puede conocer finales en tanto es y será parte activa de lo mejor de nuestra historia viva. Con sus grandes aciertos y sus pequeños errores, el político cordobés forma parte de esa historia roja que rezuma incandescente en nuestros corazones al (re)visitar el presente en forma de espiral, una y otra vez,  revolucionando nuestros espíritus sedientos de justicia, alborotándolos ante la promesa expansiva de la solidaridad revolucionaria e internacionalista que el docente de Geografía e Historia  nos reclamaba desde una sala cualquiera de Cáceres que, con sus palabras, se hizo eterna.(14) Ahora mismo Julio nos sigue reclamando a través del vídeo.  ¿Lo oyes?.
Gracias por haber estado allí. Por seguir estando, aquí.
* Jon Juanma es el pseudónimo de Jon E. Illescas Martínez.
El artículo tiene licencia Copy Left y puede ser reproducido libremente siempre que se respete la totalidad del texto, la autoría y no se persiga lucro económico con el mismo. Fue acabado el 10 de agosto de 2011. Todos los enlaces electrónicos  funcionaban hasta esa fecha.

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