El legado de Aícha
En el nombre de Allah, Misericordioso y Clemente
No hay debate sobre el islam o lo árabe que no apunte a la mujer. La mujer musulmana es la piedra de toque de todo un mundo. Por una parte, la mirada de Occidente la busca para cerciorarse superior y calmar su conciencia poscolonial. Por otra, los poderes del ámbito islámico la usan para legitimarse, ya sea en busca de refrendo religioso (Irán, Arabia Saudí, Afganistán) o laico (Turquía, Túnez). Esta focalización a ultranza tiene como resultado el desvanecimiento de la propia voz de ellas, que se ven impelidas por unos y otros a pensarse como son pensadas. Es con esta escurridiza realidad con la que han tenido que enfrentarse las intelectuales musulmanas del último medio siglo.
Ya desde los años setenta, las feministas árabes venían denunciando la extraña comunión entre el patriarcado islámico y lo que ellas calificaban de paternalismo feminista eurocéntrico, el cual reducía a la mujer no occidental a objeto mudo de estudio. Pero fue en la década de los noventa cuando cuajó lo que, a grandes rasgos, hoy se denomina "feminismo islámico", un movimiento que se lanzó a hacer exégesis y cuestionar la jurisprudencia vigente.
La tradición islámica, enraizada en el Corán y plasmada en un ingente corpus jurídico conocido como charía, ha sido el objeto preferente de análisis de estas feministas. Lo cual no significa que hayan ignorado demandas como la libertad sexual, la participación política o la independencia económica, sino que las han abordado asumiendo los particulares y no desde el apriorismo universalista occidental. Como era de esperar, el feminismo eurocéntrico ha visto con disgusto cómo el discurso sobre la religión y la cultura centraba la atención de las intelectuales musulmanas, y ha pasado por alto su potencial emancipador.
Que la compilación de la jurisprudencia islámica y el desarrollo de la hermenéutica coránica han sido históricamente cosa de hombres es evidente. Aunque no por imperativo doctrinal ni en filas rigurosamente cerradas. Demostrar que el sometimiento que sufren las mujeres es consecuencia de la contingencia histórica, no cosa intrínseca al islam, es el objetivo preferente de autoras como Haifaa Jawad (Irak), Leila Ahmed (Egipto) o Ziba Mir-Hosseini (Irán).
En lo legal, los códigos de estatuto personal vigentes son los herederos en materia civil de la vieja legislación patriarcal, y se ocupan de lo relativo al matrimonio, el divorcio, la filiación y la herencia. Por centrarnos en el Magreb, sucesivas reformas han ido limando abusos (edad mínima para contraer matrimonio, condiciones del repudio, prerrogativas del tutor), aunque en las revueltas en curso las mujeres, protagonistas de primera hora, no dejan de recordar que no habrá nuevos tiempos sin una equiparación de derechos. A fecha de hoy, puede decirse que la reflexión feminista de décadas resuena en la calle (y en el espejo literario, como han estudiado Segarra y Merino), y que las mujeres magrebíes son conscientes de la cosificación culpable a que han sido sometidas.
Fatema Mernissi fue pionera en sacar a las figuras femeninas del Corán de la tiniebla en que vivían y releerlas para la mujer actual. El tafsir, la disciplina clásica encargada de la exégesis coránica, las había emborronado a fuerza de categorizarlas: esposas, madres, hijas. Como ha señalado Asma Lamrabet, el Corán no sólo habla de las mujeres, dictaminando, sino que también habla a las mujeres, en un principio de diálogo ahora modernamente retomado.
Pensar el islam en femenino es pensar, entre otras, la figura de Aícha, la joven esposa de Mahoma que se enfrentó, en lo político y en lo espiritual, a Alí, el cuarto califa. Aícha es en la tradición feminista la mujer con cuerpo y discurso. La negación de su legado, abierto, plural, sexuado, ya no será posible tras la lucha de autoras como la afroamericana Amina Wadud, una de sus más transgresoras partidarias (Wadud ha llegado a dirigir, con gran polémica por su condición de mujer, la oración en Nueva York). A la luz de Aícha (y, no nos engañemos, de la globalización que entra por las ventanas), la mujer musulmana se reconfigura, con lo que logra reivindicarse desde dentro contra los prejuicios externos a la vez que hace frente a las servidumbres y negaciones de su propia tradición.
Fuente, diariodeunaconversa
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