Por José Palazón
- Madre, trabajadora, víctima de violencia machista, en la calle y sin sus hijos por orden institucional
- Khadija, trabajadora del servicio doméstico en Melilla, víctima de violencia de género, madre de cuatro hijos, dos con nacionalidad marroquí y dos con nacionalidad española, fue desahuciada hace dos meses del piso donde vivía de alquiler.
- Hasta ayer, se manifestaba ante la Consejería de Bienestar Social para pedir auxilio, cuando la consejera, María Antonia Garbín, le retiró la custodia de sus dos hijos españoles -pero no a la niña menor con nacionalidad marroquí- y los internó en un centro de menores.
- Khadija lleva 24 horas en cama presa de una muy fuerte depresión.
En Melilla llamarse Khadija no te puntúa nada en el currículum, ni tampoco tener cuatro hijos. Ser analfabeta y llevar doce años trabajando duro en el servicio doméstico tampoco puntúa en el “vitae”. Lo que de verdad se espera de las
Khadijas es que sean: limpias, puntuales, calladas, sumisas y obedientes, agradecidas y discretas…. A cambio recibirán un pequeño sueldo, el establecido legalmente, con el que contribuyen a los gastos familiares.
Khadija con su hijo menor (J. P.)
En Melilla tal vez más de 10.000 mujeres pasan cada día la frontera para trabajar en el servicio doméstico, son trabajadoras fronterizas que disponen de un permiso especial para ejercer ese trabajo debiendo abandonar la ciudad al llegar la noche. Su estatus está por encima de las otras 10.000 que también pasan la frontera cada día para pasar contrabando o ejercer otras actividades sin ninguna regulación ¡Puro negocio! ¡Esclavas de hoy! Lo particular de nuestra Khadija es que
reside legalmente en España, que dos de sus hijas tienen nacionalidad marroquí mientras que los otros dos hijos pequeños tienen nacionalidad española y que desde hace dos meses se pasa el día y la noche frente al Ayuntamiento de Melilla sin callarse, sin sumisión a nadie y sin miedo.
Khadija ha sido siempre lo que se esperaba de ella: limpia, puntual, callada, sumisa y obediente, agradecida y discreta, consciente de que cualquier otra cosa sería peor.
Ha visto crecer a sus dos niñas, nacidas en Melilla e indocumentadas forzosas, sin que pudieran ir al colegio porque no tenían papeles, “normal”en nuestra ciudad.
Ha sufrido durante años el maltrato de sus dos maridos, sin denunciarlos, porque al menos de vez en cuando daban algo de dinero para el sostenimiento de la familia. ¿Qué otra cosa podía hacer con cuatro niños y su madre enferma de párkinson, a la que tiene que atender también?
Hace unos meses su segundo marido, el español con el que está casada en Marruecos pero no en España, se casó con otra mujer y les abandonó… ¡Luces y sombras! … Ya no habría más maltrato pero ¿cómo iba a mantener a la familia?… Poco después llegó lo inevitable:
con su sueldo de 500 euros no pudo hacer frente al pago del alquiler de la vivienda y un día se vieron en la calle por orden judicial... ¡En la calle!…doce años trabajando, criando a sus hijos, aguantando a esos hombres… y ahora esto.
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