viernes, 1 de julio de 2011

El secreto más peligroso de Israel

El secreto más peligroso de Israel

Instituto Israelí de Investigación Biológica (IIIB), donde Israel desarrolla sus armas biológicas y químicas, y se prepara para una posible guerra química o biológica. Es la instalación militar más secreta de Israel. Está tan protegida por la censura militar que la prensa israelí tiene que acudir a fuentes occidentales para obtener migajas informativas a las que han tenido acceso, de forma muy intermitente, gracias a contactos especiales en el interior del instituto.


Los conductores solo echan un vistazo a la gigantesca estructura situada en las dunas al sur de Rishon Litsion, al sureste de Tel Aviv, mientras aceleran la marcha. Está prohibido girar en la autovía Tel Aviv-Rishon Litsion para tomar el desvío que conduce al edificio en cuestión, el cual está rodeado de muros de cemento equipados con tecnología de vigilancia de última generación y sistemas de alerta desarrollados por la industria militar israelí.

Esa estructura con aspecto de fortaleza es el Instituto Israelí de Investigación Biológica (IIIB), donde Israel desarrolla sus armas biológicas y químicas, y se prepara para una posible guerra química o biológica. Es la instalación militar más secreta de Israel. Está tan protegida por la censura militar que la prensa israelí tiene que acudir a fuentes occidentales para obtener migajas informativas a las que han tenido acceso, de forma muy intermitente, gracias a contactos especiales en el interior del instituto.

Solo en una ocasión ha tenido la prensa israelí libertad para hablar de lo que sucedió detrás de esos muros de alta seguridad. Fue el mes pasado, cuando Avisha Klein presentó una demanda contra la administración del IIIB por acoso y abuso emocional. Empleado desde hace mucho tiempo en el instituto, Klein ha tenido varios puestos de trabajo, uno de los cuales formaba parte de un equipo de desarrollo de una pomada para proteger la piel del gas mostaza. Pero este es solo uno de los muchos detalles que han salido a la luz en el curso del proceso, el cual ha arrojado considerable luz sobre la naturaleza y el ámbito del trabajo del instituto.

En el IIIB trabajan unos 300 científicos y técnicos empleados en uno o más de sus muchos departamentos, cada uno de los cuales está especializado en un área específica de la investigación química o biológica, dirigida generalmente a la producción de armas químicas y biológicas. Al parecer, uno de estos departamentos ha desarrollado el veneno que fue utilizado por una unidad del Mossad, Kidon, en su fracasado intento de asesinar al dirigente de Hamas Jaled Meshaal en 1997. No obstante, aunque persisten algunas dudas sobre la precisión de esta información, que fue publicada en el diario Haaretz, nadie cuestiona que la primera vez que se utilizaron productos del instituto en una operación de asesinato fue a finales de 1977, cuando el entonces primer ministro Menajem Begin ordenó al Mossad que eliminara a Waddie Haddad.

Dirigente del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), Haddad fue acusado por Israel de ser el responsable de varios actos terroristas, el último de los cuales fue el secuestro de un avión de pasajeros israelí que se dirigía a Entebbe en 1976. Según un libro recientemente publicado del periodista israelí Aharon Klein, a Haddad le gustaban mucho los chocolates belgas. El Mossad consiguió unos de estos chocolates, los empapó con un veneno de acción lenta y los hizo llegar a Haddad, que entonces vivía en Bagdad, por medio de un funcionario iraquí que era agente del Mossad y que se había hecho amigo de Haddad. Klein cuenta que la sustancia mortal fue desarrollada en el IIIB y que sus propiedades indetectables de acción lenta aseguraban que el agente y el instrumento mortal no serían descubiertos.

Efectivamente, tras un deterioro gradual y grave de su salud, Haddad fue enviado a un hospital de Alemania del Este, donde le diagnosticaron leucemia, y murió el 28 de marzo de 1978. Fue necesario que pasaran 32 años para que la verdad saliera a la luz, es decir, que la causa real de su muerte fue un veneno producido por el IIIB.

No es extraño que el Mossad lleve a cabo operaciones de asesinato de este tipo, pues tiene la ventaja de que no deja huellas. Con otras palabras, las muertes aparentemente accidentales de muchas personas que Israel consideraba una amenaza pueden haber sido causadas por sustancias producidas en el IIIB. Es muy probable, por ejemplo, que el veneno que agentes del Mossad inyectaron en el líder de Hamas Mahmud Al-Mabhuh, en febrero de 2010 en Dubai, proviniera del IIIB.

Según informaciones hechas públicas recientemente, el instituto tiene un departamento especializado en producción de vacunas contra armas biológicas. Uno de los principales campos de investigación y desarrollo ha sido el ántrax, ya que Israel teme que los árabes y la resistencia lo utilicen contra él en una futura confrontación. El instituto tiene, también, un departamento para desarrollar remedios que minimicen y contrarresten los efectos de las armas químicas. El conjunto presenta una imagen terrible de una curiosa carrera de armas químicas y biológicas, en la que el instituto compite consigo mismo para producir antídotos de las armas que él mismo está produciendo, o que teme que otros utilicen contra Israel en esa eventual confrontación.

El IIIB trabaja en íntima colaboración con el ejército y los servicios de inteligencia israelíes, que presentan al instituto sus listas de prioridades. Por ejemplo, durante la tramitación de la demanda de Klein, se supo que los mandos militares israelíes estaban preocupados, desde hace muchos años, por el hecho de que los estados árabes pudieran utilizar agentes químicos como el gas mostaza en un eventual ataque contra Israel y que, por lo tanto, dieron instrucciones al instituto para que desarrollara una sustancia química que minimizara los efectos del gas. No es extraño, pues, que el instituto trabaje en íntima colaboración con el cuerpo de médicos del ejército israelí, el cual recibe los antídotos y los distribuye por las fuerzas armadas.

El instituto también trabaja en estrecha colaboración con el Mossad y el Shin Bet, las agencias responsables de los asesinatos y de las operaciones de eliminación de dirigentes árabes y musulmanes. Además, el Mossad y la unidad de inteligencia militar Aman, encargados de reunir información sobre el enemigo y de controlar los programas de armas no convencionales de los países árabes, dan instrucciones al IIIB para que desarrolle las respuestas químicas y biológicas adecuadas a estos programas.

Sin embargo, el IIIB tiene otra finalidad, además de desarrollar y producir armas químicas y biológicas, y sus antídotos. Es un importante generador de ingresos en divisas convertibles. El sitio web de Haaretz dice: “El instituto ha recibido una donación de cientos de millones de dólares para desarrollar una vacuna contra el ántrax”. Esta donación tuvo lugar después de que un grupo terrorista norteamericano desarrollara una cepa concentrada de esporas de ántrax y la distribuyera por varios objetivos en EEUU. Las vacunas que el IIIB debía desarrollar fueron destinadas para ser utilizadas en ese país.

También hemos sabido que se han utilizado soldados israelíes para probar las vacunas, causándoles daños físicos permanentes. Las informaciones sobre el uso de conejillos de indias humanos, prohibido internacionalmente, levantó ampollas morales en Israel y surgieron sospechas de que se había puesto deliberadamente en peligro las vidas de soldados israelíes por dinero, en concreto para vender a EEUU esos productos.

El IIIB tiene un departamento de animales vivos, donde conejos, cerdos, monos y otros animales son utilizados en experimentos. Y quizá también seres humanos, a juzgar por las demandas presentadas por soldados contra el Ministerio israelí de Defensa después de que fueran utilizados en experimentos con ántrax. Los soldados pidieron que se les reconociera oficialmente como veteranos discapacitados y se les compensara debidamente. El caso sigue en los tribunales, pero las Fuerzas Israelíes de Defensa, cediendo a la presión de las familias y la opinión pública, ha anunciado recientemente que no seguirá realizando experimentos con soldados.

Fue el primer ministro israelí David Ben-Gurion quien ordenó la construcción del IIIB, asesorado por varios científicos judíos. Durante su mandato, entre 1948 y 1963 (salvo los años 1953-1955, en los que fue primer ministro Moshé Sharett), Ben-Gurion fue directamente responsable del instituto, hasta de los últimos detalles. El personal tenía prohibido informar a cualquiera de los detalles más pequeños o entregar documentación sin la previa aprobación de Ben-Gurion. Esta norma se siguió aplicando en el interregno de Sharett, pues cuando este primer ministro visitó el instituto en 1954, los científicos se disculparon por no poder mostrarle los programas en que estaban trabajando en ese momento.

Aunque muchos científicos han dirigido el IIIB, se cree que el que ha dejado la mayor impronta ha sido su actual director, Avigdor Shafferman. Este, que ha sido nombrado en la demanda de Klein, tiene reputación de ser muy enérgico y estricto, que no duda en despedir a alguien por motivos disciplinarios.

No obstante, por importantes que sean los detalles que han salido a la luz en esta extraña mirada a los trabajos del IIIB, se ha prestado poca atención a una verdad más amplia. Cuando la comunidad internacional acosa a una serie de países por desarrollar programas de armas convencionales que palidecen en escala ante los de Israel, en realidad se está negando a mover un dedo para contener a Israel, lo cual no hace más que alentar la conducta beligerante y tiránica de Tel Aviv.




Saleh El-Naami escribe en Al Ahram, donde este artículo fue publicado inicialmente.

Traducción: Javier Villate-Disenso

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